
Un México digital necesita contar con un marco regulatorio actualizado y pro competitivo del espectro radioeléctrico y de redes de fibra óptica.
El Internet llegó a México a finales de la década de los ochenta, coincidiendo con los cambios políticos y económicos que rearticularon el orden mundial, mientras que nuestro país se encaminaba seguro de sí a la modernización económica.
La red comenzaba a alterar al mundo y se convertiría en el sistema nervioso de la sociedad, así como tema irrenunciable de la agenda mundial, toda vez que es innegable motor de productividad, sociabilidad y de adquisición del saber.
Sin embargo la Sociedad del conocimiento o como se prefiera llamar al paradigma en el que Internet tieneun lugar preeminente ha venido a profundizar la inequidad, aunque paradójicamente sus implicaciones afecten a todos por igual.
Sin embargo la Sociedad del conocimiento o como se prefiera llamar al paradigma en el que Internet tieneun lugar preeminente ha venido a profundizar la inequidad, aunque paradójicamente sus implicaciones afecten a todos por igual.
En este 2010 año del bicentenario, se cumplen veintiuno de la primera conexión entre el Tecnológico de Monterrey y la Universidad de Texas y sólo la cuarta parte de los mexicanos tiene acceso a Internet, un porcentaje muy bajo con respecto al resto de los países de la OCDE de la cual México es parte.

A la brecha económica le sumamos la generacional, el 77 % de los internautas tiene menos de 34 años y de éstos, los que la han incorporado a su vida cotidiana y productiva son los jóvenes urbanos de mayor escolaridad. Alrededor de estos mexicanos conectados se forja el microuniverso de usuarios de las formidables redes sociales de moda como Facebook, Twitter y YouTube.
Sin embargo la brecha más profunda es la cognitiva, que tiene un nexo con la educación la cual es la única herramienta que permite a los internautas darle un uso significativo a la red. De nada sirven conexiones, sin las competencias digitales para participar bajo valores como la legalidad y la tolerancia; tampoco sin las habilidades mínimas para emprender y administrar una pequeña empresa.
Un operador tiene el 70% del mercado y no se necesita una disertación para reconocer que la falta de competencia, desprotege al usuario mexicano que según la OCDE, paga una de las tarifas más caras de banda ancha de baja velocidad.
¿A qué obedece el rezago digital? En primera instancia a que la tecnología no es neutra, depende de políticas que miren por el interés público. El Programa e-México que implicaría la digitalización de los servicios que se prestan en los tres niveles de gobierno, se traduciría en eficiencia y sustentabilidad, pero sus desarticulados logros apenas los percibimos cuando pagamos impuestos. El comercio electrónico está lejos de ser una realidad, ya que según el INEGI sólo un 7% de los mexicanos realizamos transacciones virtuales.

En México no podemos pensar en Internet como un servicio aislado, ya que se presta empaquetado fundamentalmente a través de dos operadores dominantes de telefonía o televisión por cable, en lo que conocemos como triple play, derroche tecnológico que contrasta con la falta de solidez de programas sociales y educativos de largo aliento para llevarla hasta el último municipio del país.
¿Qué hacer para lograr un México digital? Muchos especialistas lo han señalado reiteradamente, pero el hecho es que el país carece de una política digital integral, para la cual se requiere liderazgo y una visión de Estado, que reconozca que las telecomunicaciones y los medios son servicios de interés público.
Un México digital necesita contar con un marco regulatorio actualizado y pro competitivo del espectro radioeléctrico y de redes de fibra óptica como la de la CFE, que permitiría no sólo más competidores, sino calidad y velocidad para la comunicación de datos, voz y video.
Internet no sólo son redes interconectadas, sino prácticas culturales y territorio natural de innovación,

María Elena Meneses
Profesora e investigadora del Tecnológico de Monterrey
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