sábado, 12 de febrero de 2011

Once upon a time in México



Una mirada al D.F. (inconclusa e interminable)

Crónicas de un viajero sin memoria y Lo invisible de lo visible

Ayer me encontraba en la Ciudad de México, una ciudad extremadamente poblada en relación a su territorio; fugaz, estresante, rápida, así es la Ciudad de México, vivir ahí es verdaderamente una vorágine, es un ir y venir, un sitio y un encuentro de ilusiones, metas, vidas, miradas contrapuestas, en el que, el habitante anhela salir de ahí, y el visitante quiere quedarse, una ciudad llena de vaivenes, de color, de historia, ir y no enamorarse del mínimo que puede ofrecerte, es no valorar lo que se tiene.

En una ocasión me encontraba en un pesero, y miré por la ventanilla; un par de niños de la calle divirtiéndose con un par de botes de plástico pet sobre las ventilaciones del metro bellas artes; tu pensarás: y… ¿eso qué, qué tiene de raro jugar fútbol con un par de botes?, pero lo inimaginable era que no jugaban fútbol, sino que los botes los ponían sobre las rejillas de ventilación para atraparlos al salir despedidos hacia lo alto, de tal manera que cualquier objeto que se situara allí saldría volando como una pluma; imaginemos a Marylin Monroe con su vestido elevándose a causa del viento, pues así era, los niños lo disfrutaban.

México, ciudad mestiza desde sus orígenes, lugar en donde se compactan y se combinan siglos de historia y sucesos, edificios colombinos, modernos, tecnológicos, y un sinfín de cosas.

En una ocasión, terminando pre-meetings de AIESEC en CONAL en el ESCOM IPN situado en la Del. Gustavo A. Madero planeamos dirigirnos hacia Coyoacán, el Sur de la Ciudad; célebre por su arquitectura, buen ambiente, y sobre todo una tremenda y rica gastronomía, para llegar a nuestro destino hubo que pasar por la línea amarilla del metro poli hasta la raza, trasbordar al metro verde con rumbo a universidad, bajar en metro Coyoacán y subirnos al micro que fuera hacia el centro de coyo, en realidad no cupe a causa de mi estatura, por tal razón mi buen amigo Jimmer me dejó ocuparlo y me senté junto a mi extraordinario "Nonno" Edgar, en compañía de unos muy buenos amigos y más que amigos, hermanos, porque hemos compartido tantas cosas buenas en tan poco tiempo que me atrevo a llamarlos así, dudo si compartan mi visión pero es una realidad, nos encontrábamos en coyo en el hijo del cuervo, en el café de la esquina de las calles Cuahutémoc y Centenario.

El chofer del micro escuchaba música trance, house, techno era joven, me refiero a que no pasaba de los 30 años, se veía un buen tipo; y ambientaba el sórdido humor de los defeños y las lóbregas calles del distrito.

Ese mismo día saliendo de Coyoacán, abordamos un taxi con dirección a metro Coyoacán, el chofer, un señor de aproximadamente 60 años, me habló sobre la ciudad de México y su gusto por su ciudad, y su no gusto hacia el catolicismo y a las estampitas con imágenes.

Nos platicó que en una ocasión él llegó "a comprar vino a una vinatería" haha vaya pleonasmo… y hablaba de algo así como que llevó en una ocasión a unas chavas “bien buenas” según el y las había llevado al panteón, lo raro es que las llevaba a celebrar una fiesta… y nadie sabe porqué ahí… ah en fin

En uno de nuestros recorridos por el metro íbamos cansados y algo aburridos eramos unas 15 personas amigas, e iniciamos a cantar, después se me ocurrió hacer mi show de voces e imitaciones iniciando con… sé que vivimos en una ciudad estresante y etc...

Espero que les haya robado una sonrisa o una mirada impactante.

Mi amiga, colega, vp fnz Andrea Lozano me preguntó que porque en el DF nadie sonreía… yo le contesté que tal vez era por la falta de humor, el estrés, la delincuencia a mano armada, y la desconfianza con la que se vive son factores que provocan que el distrito sea como lo es en la actualidad.