Nada como una tarde de primavera, no sé si disfrutar el sol en un camastro en el jardín de mi casa o fingir que espero una cita con aquella mujer que tanto anhelo para engañar a mi mente y poder al fin ser feliz, o dar un vuelta por ahí como un transeunte sin memoria; oler las rosas, sentir el viento, dar pasos como si fuesen los últimos en ésta tierra, mirar el cielo, contemplar el crepúsculo y darme cuenta de que existo.
